viernes, 17 de abril de 2015

IV Centenario de la publicación de la segunda parte de El Quijote


Nos complace presentarles en esta ocasión una exposición bibliográfica que muestra algunos de los ejemplares más singulares del Quijote que están a disposición del público en la Biblioteca Vicente Aleixandre, donde también contamos con más de ciento cincuenta obras más que abarcan su crítica literaria, su adaptación para diversos fines (aprendizaje de la lengua, explotación didáctica, etc.) y ediciones varias anotadas y comentadas por brillantes filólogos y filósofos que permiten un excelente apoyo para su mejor disfrute y comprensión. Catálogo bibliográfico comentado del IV Centenario de la publicación de la segunda parte del Quijote descargable en PDF (370KB) desde la página de información y documentación de la biblioteca. La muestra estará expuesta en la biblioteca hasta el 30 de junio de 2015, pudiendo consultar los ejemplares que se deseen en cualquier momento.

Diez años antes, una primera entrega narraba las aventuras de un hidalgo, y en 1615 Miguel de Cervantes Saavedra ofrecía al público la continuación de las andaduras del que siguiera siendo ingenioso pero ya nombrado en el título de la obra, caballero, impreso en los talleres de Juan de la Cuesta, actual sede de la Sociedad Cervantina

Entre homenaje a la libertad por cuanto no hay norma que no se transgreda en el ejercicio cervantino de la escritura,  y tributo al mejor lector o lectora posible, quien hace de lo que lee vida, sueños y alimento, esta genial obra, como su autor, en boca de don Quijote profetizara, ha: “(…) merecido andar ya en estampa en casi todas o las más naciones del mundo. Treinta mil volúmenes se han impreso de mi historia, y lleva camino de imprimirse treinta mil veces de millares, si el cielo no lo remedia.” (II, XVI)

Exposición de los Quijotes más singulares custodiados en la biblioteca.
Organizada en setenta y cuatro capítulos que partiendo de la aldea de don Quijote, nos llevan entre otros hasta El Toboso, a la cueva de Montesinos, a la venta de Maese Pedro, al Palacio de los Duques y a Barcelona, esta novela nos permite tanto navegar a bordo de barcos encantados como acercarnos a la sociedad del siglo XVII desde diferentes puntos de vista. 

Pero ¿quién es ese famoso don Quijote? Las claves las encontramos en las páginas y en el buen decir de Miguel de Cervantes: “(…) un entreverado loco, lleno de lúcidos intervalos” (II, XVIII) o “un loco cuerdo y un mentecato gracioso” (II, XXXVI). Pero sobre todo es un enamorado: es un loco enamorado de una tal Dulcinea, que parece solo existir en su imaginación; un enamorado de la vida;  un enamorado de las adversidades que le hacen sufrir y, por tanto, crecer; un enamorado de la literatura que le permite otras vidas; y, un enamorado de ese tan necesario escudero que le impide, no siempre a tiempo, alzar vuelo hacia los horizontes más utópicos y en los momentos más insospechados. Es un hombre lleno de dudas, de carne y hueso, inmerso en la confusión y el caos más fértil, que nos ofrece un espejo lleno de posibilidades, inmutable frente al paso del tiempo, en el que poder reflejarnos y mirarnos: “(…) Y ¿quién sabe si esta soledad, esta ocasión y este silencio despertará mis deseos que duermen, y harán que al cabo de mis años venga a caer donde nunca he tropezado?” (II, XLVIII).  Ese precioso espejo que nos regala no ha perdido vigencia en los cuatrocientos años transcurridos desde la publicación de la obra: nos hace reír, pero también nos puede hacer llorar. Lo reivindica de forma precisa María Zambrano: “Sí, el derecho a la existencia de lo insignificante y deleznable en los instantes más luminosos, en las horas más perfectas de la vida. Es el secreto de la burla de Cervantes, el secreto de su última piedad. Y así, si en el primer momento de sentirnos mirados y aceptados por la conciencia del autor nos creemos protagonistas, enseguida nos recuerdan que hace un instante tan sólo fuimos monstruos. Exactamente igual que en la vida”. (La mirada de Cervantes, Asomante, nº 3, 1947, p. 32-39)

Ediciones adaptadas para público infantil en árabe y español.
Don Quijote en su afán por acercar a Sancho a lo esencial, a una suerte particular de ética, a la sabiduría, se convierte en el mejor maestro en esos diálogos que nos invitan a la sonrisa, a la honda reflexión, al llanto o a la carcajada. Los lectores de todos los tiempos y de todos los rincones nos convertimos en aprendices del que bien pudiera ser un filósofo absoluto: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.” (II, LVIII) 

Pero el alumno se convierte en maestro a su vez, y en forma de soliloquio a las órdenes de la ágil pluma cervantina nos cuenta que “(…) soy más mentecato que él, pues le sigo y le sirvo, si es verdadero el refrán que dice: «Dime con quién andas, decirte he quién eres», y el otro de «No con quien naces, sino con quien paces». Siendo, pues, loco, como lo es, y de locura que las más veces toma unas cosas por otras y juzga lo blanco por negro y lo negro por blanco, como se pareció cuando dijo que los molinos de viento eran gigantes, y las mulas de los religiosos dromedarios, y las manadas de carneros ejércitos de enemigos, y otras muchas cosas a este tono, no será muy difícil hacerle creer (…)” (II, X). He aquí quienes son ellos, o quienes somos todos nosotros ya que “(…) tuvo razón, porque la verdad adelgaza y no quiebra, y siempre anda sobre la mentira como el aceite sobre el agua”. (II, X)


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