La pasada tarde del 30 de mayo, el tan premiado escritor Gustavo Martín Marzo nos dejó sin palabras en el Instituto Cervantes de Tetuán, para contarnos lo que significa para él la literatura, dónde comienza su pasión y, sobre todo, con qué influencias literarias. Todo ello de la mano de Rosa Ramón, bibliotecaria y especialista en programas de fomento de la lectura, de la Biblioteca Pública del Estado de Ceuta.
Este prolífico escritor hizo acopio de todas las palabras disponibles en la sala para perderse en su oratoria, para invitarnos a perdernos en la escucha, porque para Gustavo Martín Garzo hay que saber perderse, y eso es lo que pasa en cada libro que abrimos: una invitación a perderse en el vasto campo de lo desconocido. El buen lector busca aventurarse, conocerse, y cuando un libro nos interesa es porque sentimos que habla de nosotros mismos, despertando algo que hasta ahora estaba dormido. La literatura, para él, tiene que ver con el deseo de conocimiento, y como el País de Nunca Jamás, el libro te encuentra a ti, no hay que ir en su búsqueda. El tesoro en un cuento o en una buena historia, es aquello que tiene el poder de dar sentido a tu vida. Y con esta referencia nos presentaba su último libro publicado en Siruela: El país de los niños perdidos, una época dorada de la infancia a la que no se vuelve, quedándose en algún lugar remoto al que ya, desgraciadamente, no se puede volver.
Rosa Ramón y Gustavo Martín Garzo en el Instituto Cervantes de Tetuán. |
Una historia tras otra, enlazando anécdotas y reflexiones de forma apasionada, Gustavo Martín Garzo nos desveló su gran libro, su eterna referencia, su influencia literaria de la más tierna infancia: Las mil y una noches. A través de dos fantásticas historias contenidas en estas mil y una historias, una caracterizada por la búsqueda del deseo, la búsqueda e insatisfacción continua; y la otra, por el hechizo y la luz del amor tan presente en nuestras vidas, nos resumió lo que era para él la literatura: la búsqueda de aquello que nos falta y la luz de la pasión que desprende el hechizo del amor. Y basado en este libro, se encuentra uno de los libros que siempre ha querido escribir, y que pudo ver la luz hace muy poquito, el año pasado: El árbol de los sueños, una sucesión de historias concatenadas que al autor le iban llegando mientras iba escribiendo, como él dice, sin plano pero con brújula, y uno de los libros que más tiempo le ha costado escribir.
Otra referencia que tiene muy presente a la hora de escribir es su infancia, los lugares conocidos, sus orígenes conforman, como no podría ser de otra manera, su imaginario, por eso muchos de sus libros dialogan con esa España rural que bien conoce, y en la que pasaba sus veranos, asegurando que es precisamente de allí de donde vienen las historias, es en la naturaleza, a modo de su amigo y vecino Miguel Delibes, donde descubre el equilibrio perfecto entre fantasía y realidad que necesita para escribir, y también para vivir. El mundo de la fantasía o la imaginación permite explicar realidades que la razón separa, y la realidad necesita de la fantasía para hacerse deseable.
Y de esta España rural destacó su novela, El pequeño heredero, una historia que es la suya propia, la fascinación de un niño pequeño por una muchacha más mayor, un lenguaje propio compartido, único y maravilloso. Aunque el lenguaje que a este escritor le tiene fascinado es el cinematográfico, y esa pasión, junto a las historias que él mismo ha querido contar han conformado su última novela, El último atardecer.
Y finalizamos echando un vistazo al revisionismo actual de la literatura infantil, donde Gustavo se preguntaba qué sería de los cuentos sin lobos, ogros o brujas, qué pasaría en consecuencia con los sustos, las risas e incluso el sexo, sin todos esos ingredientes presentes en los cuentos infantiles que nos conforman como personas, que nos preparan para la vida, con historias complejas, con personajes heridos y con contradicciones inherentes a la propia existencia humana...
Escogemos la siguiente frase para terminar esta noticia: «Un cuento es una casita de palabras, un refugio a media noche». Os invitamos a pernoctar en ese refugio, en cualquiera de los refugios que nos propone Gustavo Martín Garzo y que os ofrecemos desde la biblioteca, para satisfacer las necesidades de amor y de deseo que el autor sabe que encontramos en la literatura. ¡Empieza la aventura!
Todo acto que promueva lo que es la educación, la cultura, la escritura, el arte, el fomento de las artes plásticas y pictóricas, la escultura, es tremendamente extraordinaria y positivo, tanto para quienes los organizan, como para la sociedad en la que se expone y realiza el acto. O sea, que enhorabuena y adelante a todas las personas que participan y crean estos actos.
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