lunes, 14 de octubre de 2019

Club de lectura: Ordesa, de Manuel Vilas


El pasado jueves 10 de octubre, el día en el que se fallaron los premios Nobel de Literatura de 2018 y 2019 a favor de Olga Tokarczuk y Peter Handke, fue el escogido para comentar en el Instituto Cervantes de Tetuán la última obra de Manuel Vilas, Ordesa, mejor libro de 2018 según Babelia, y primer título escogido para abrir el club de lectura del curso académico 2019-2020, al que este año queremos añadir un nuevo ingrediente: contar con la presencia de los autores. De esta manera, estaba prevista la visita de Manuel Vilas al Instituto Cervantes de Tetuán en octubre de este año, aunque por motivos personales finalmente nos visitará a principios de 2020. 

Nosotros ya hemos desgranado la obra y tenemos las preguntas preparadas para el autor, deseando verle en Tetuán y poder compartir con él este gran libro que nos narra un importante duelo al tiempo que pincela las últimas décadas de la historia de España, haciéndonos recordar objetos, épocas, actitudes, o importantes momentos históricos, aunque de forma más sutil. Y un libro que engancha además por la identificación que muchos lectores hacen con esa historia personal del narrador ¿y del autor?, y que entienden como propia, acompañada además de referencias temporales donde las fotografías ayudan a la creación de esas relaciones, o a los temas tratados como la muerte (los principales protagonistas están muertos), el vacío existencial, la depresión, la familia... identificaciones comunes a una época y narrados con una virtud propia de un gran poeta como es Manuel Vilas. Algunos entendíamos que era una obra autobiográfica, de desnudez completa, y una terapia con un precio más o menos alto, cuya liberación puede merecer la pena, o no, ideas muy personales, como el libro mismo, y que ha sido, quizás por esa valentía, fuertemente aplaudido entre el sector literario actual.

Un texto duro, con más sombras que luces, narrando los hechos desde una perspectiva muy personal e intimista, aunque sin juicios críticos, y sacándonos algunas sonrisas de vez en cuando. Todo con un lenguaje lógico o ilógico, meticulosamente organizado o producto de una divagación continua, hubo opiniones para todo. Destacamos igualmente a un protagonista egocéntrico con unas reflexiones dignas de compartir y de debatir en compañía. Abdu aseguró haber compartido gran parte de ellas desde diferentes cafés de Tetuán, publicando la foto y la frase del día, y originando geniales interacciones en redes sociales con las ocurrencias y la maestría de Vilas. Otros recogieron sus impresiones en un cuaderno de notas donde escriben celosamente todas sus lecturas finalizadas, y algunos hemos disfrutado de esta lectura, especialmente, al compartirla con el resto de lectores durante el club.

Estuvimos de acuerdo en declarar la obra como un homenaje a sus padres, una carta de amor donde sin narrar hechos especialmente heroicos, el escritor emplaza a sus progenitores en un lugar bien alto y destacado dentro de su vida, aunque lo hace ya tarde, cuando sus cuerpos ya no están presentes, pero sí todos los recuerdos que le dejaron en vida, y que el protagonista no quiere perder. Un personaje roto por el dolor, por la pérdida, hasta el punto de no querer avanzar sin ellos, sumido en un vació que le impide seguir adelante, pues sin sus padres, como él mismo relata, ya no es nadie. Un cúmulo de reflexiones hiperbólicas para demostrar la importancia de su padre, muy presente en toda su obra, aunque también aparece en este título de Vilas la madre por primera vez. Un libro que parece no tener nada que ver con el título, Ordesa, que podría llevarnos a ese paraje natural y lleno de vida en el corazón del pirineo aragonés, y que sin embargo nos arrastra a los lugares más oscuros del alma humano, aunque para el narrador tiene sentido, en su cabeza todo tiene sentido, y en este caso, Ordesa, significa la figura misma del padre, su esencia misma está en esas montañas.

Nos reímos recordando a personajes de la historia por la ironía con la que el escritor describe algunos episodios, Alfonso aplaudió la idea de atribuirles nombres de grandes músicos, como si cada uno de ellos fuera autor de su propia música, por su puesto el padre era Juan Sebastian Bach, el gran maestro de la música del s.XVIII. Echamos de menos al hermano durante la novela, y destacamos las figuras de los dos tíos, uno al que compadecer, por la locura de sus actos, narrados sin embargo de forma hermosa, y el otro para admirar, el que le defendió de un abuso sexual exculpándole y mostrándole una seguridad en sí mismo que ni el escritor, ni hora los lectores olvidamos.

Ahmed se preguntaba si los hijos viven mejor que los padres, difícil cuestión, podríamos empezar por preguntarnos ¿qué es vivir mejor? Sin embargo parece que el narrador sí cree haber tenido más oportunidades que su padre por el simple hecho de haber estudiado, y quizás es este empeño paterno el que impregna todo lo demás en el imaginario del narrador. Yasmina hizo por entender el peso concedido a los padres durante toda la obra, omnipresentes, quizás por la época, donde estos eran personas más distantes, figuras a admirar o a mirar de lejos, pilares de referencia, y quizás lo contrario de lo que sucede hoy día en las familias, donde los niños son el centro de las mismas, y cada vez son más inexistentes esos muros emocionales.

Habíamos escuchado que es un libro raro dentro de la tradición literaria española, y quisimos comparar esta historia con otras, marroquíes y españolas, de las primeras apareció Mohamed Chukri con su "Pan desnudo", al que siempre recordamos en nuestras sesiones por unas razones u otras; y de títulos españoles citamos "Cinco horas con Mario", "La vida perra de Juanita Narboni", "Lo que a nadie le importa", o "El dolor de los demás", y de Richard Ford, escritor americano, "Entre ellos".

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