martes, 5 de octubre de 2021

Club de lectura: Black, black, black, de Marta Sanz.


En la tercera sesión del club de lectura 4 Lecturas 4 Continentes nos reunimos en torno a la novela Black, black, blackPam, pam, pam, o incluso Bla, bla, bla... todas ellas la misma, de la genuina escritora Marta Sanz. Una mujer tan franca como inquietante, y que maneja, de manera magistral, la palabra escrita y oral. El pasado sábado 2 de octubre lectores de Bruselas, Chicago, Estambul, y hasta de Belgrado en esta ocasión, pudimos comprobarlo.

La escritora nos empezó desvelando sus primeros pasos en la literatura gracias al empeño de su padre, que la animó, además de a licenciarse en Filología Hispánica, a formarse en enseñanza ELE y en talleres literarios que perfeccionaron su estilo y la lanzaron a la escritura literaria. También es doctora y especialista en la poesía española de la transición. Desde un punto de vista intelectual, así como desde la construcción de la sensibilidad, ambas formaciones suplementarias fueron fundamentales para encontrar a la gran escritora que descubrimos hoy. Sus padres están muy presentes en su obra (su madre especialmente en  Lección de anatomía y su padre en Parte de mí, escrito durante la pandemia)

Le preguntamos qué suponían para ella los premios literarios, y admitió que es muy gratificante que te reconozcan la labor, aunque también puede abrumar. En Clavícula, narra la ansiedad que le produjeron los premios (Ojo Crítico, Herralde...) en su trayectoria literaria, un mundo distorsionado que la colocó al borde del abismo. Nos adelantó que esta obra será llevada al teatro en formato musical. De igual manera, admitió que los galardones son más placenteros que dolorosos, y pudimos comprobar la sonrisa de oreja a oreja que se la pone cuando reconocen su trabajo.

Una lectora hizo alusión a la consideración que de ella hacen como escritora de lo feo, Marta corrigió, de lo desagradable. Aprendió hace mucho que escribir no era sólo escribir bonito, que también se puede, en efecto, escribir feo, que cada cosa encuentra su camino, y su espacio: "contar las cosas de manera adecuada es añadir un plus". Se manifiesta como una escritora autobiográfica, que habla de las mujeres, de su forma de relacionarse, entre ellas y con su cuerpo. Para Marta hay dos maneras de entender la literatura, algo que te agranda los ojos y te muestra lo que no siempre quieres ver, o algo que te tranquiliza y adormece. Ella escoge la primera, y desde siempre ha preferido plantear conflictos a través de la palabra literaria, ese es su compromiso. Al escribir pone su cuerpo y su alma. Frente al concepto de literatura anoréxica, perezosa, asequible y altamente comercial, ella opta por el "barroco radical", la literatura llena de grasa, un libro que según ella puede ejemplificar esta tesis es Farándula. Marta necesita ir a la contra para dar otras alternativas a lo que debe ser.

La novela y el cine negro, asegura, forman parte de ella. Se ha sentido desde siempre muy atraída por la reinterpretación que el género hacía del realismo, y toda esa dimensión ética y política, fascinada por la música, la fotografía, el ritmo o los personajes de los grandes clásicos, Chandler, Highsmith... Sin embargo, en el s. XXI, se dio cuenta de que el género negro se había convertido en algo altamente previsible, y que no colocaba en ningún conflicto al espectador. Por eso decidió escribir esta novela negra Black, black, black, aunque con tintes reivindicativos, críticos con el devenir del género. Por aclamación editorial, continuó la segunda (Un detective no se casa jamás) y la tercera novela de la saga del detective Arturo Zarco (Pequeñas mujeres rojas), cerrando un círculo perfecto de percepciones y formas de entender la vida, el romántico y soñador Arturo Zarco, y la realista, deductiva e inteligente Paula Quiñones, la que conecta a Zarco con una realidad que este no quiere ver. En la trilogía pone de manifiesto la violencia entre Paula y Zarco, la violencia en las relaciones sexuales tóxicas, de lucha, de dominio.

Otro punto en común de toda su obra que destacamos en el club fue su humor, un humor negro, irónico, inteligente, que dice formar parte de su ADN, y que lo utiliza desde un punto de vista narrativo como la única manera de meter el dedo hasta el fondo de la llaga y que, aparentemente, no duela. Y la primera que pasa por ahí es ella misma. Opta por no tomarse las cosas demasiado en serio, "hay que reírse". 

El público aclamó, en diferentes opiniones el recurso del diario de Luz en la novela, segundo black, que nos invita a reflexiones como hasta qué punto somos responsables de nuestras ficciones, o si las ficciones pueden manipular las acciones cotidianas. Existe un juego continuo en el libro sobre la capacidad que puede tener la literatura para transformar la realidad. La autora lo ejemplificaba con los modos de representación de la violencia, y hasta qué punto pueden denunciar o normalizar diferentes acciones. Para ella, en este libro está todo, toda la violencia estructural de nuestro día a día: las envidias, la violencia machista, el abuso sexual, el maltrato a los mayores... pero también está implícita la posibilidad de cambiar todo ello, de cuidarnos y de cambiar lo que nos rodea.

Esta escritora atípica y valiente, busca lectores intrépidos y activos. Afirma que la literatura es un contrapeso a esa nueva forma de asimilar la información, pide al lector compromiso con su vida y experiencia para descifrar lo que hay debajo de la red de palabras, y tomarse su tiempo para ello. Hay una crítica política profunda en sus libros respecto al mundo en el que vivimos. Un buen libro no depende del tiempo que te lleve su lectura, sino de cómo la misma puede cambiarte la vida.

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