Este sábado inauguramos este proyecto con el libro Don de lenguas, de la escritora Rosa Ribas, con la que nos reunimos por videoconferencia cincuenta apasionados lectores de las bibliotecas de Estambul, Chicago, Tetuán y Bruselas, y pudimos comentar la lectura en este orden. Nos quedamos con dos frases y mensajes de la autora en este club de lectura, que resumen y definen la obra que teníamos entre manos: "La literatura te puede salvar la vida" y "los filólogos no somos aburridos, y los bibliotecarios tampoco". El contexto lingüístico, presente en toda la trilogía, era la premisa para la creación de esta interesante y original obra, y de los otros dos títulos que le siguen: El gran frío y Azul marino, que conforman la Trilogía de los años oscuros, publicado también en un solo volumen.
Rosa nos contaba esa tarde de sábado cómo se mete de lleno en su proceso creativo, la escritura, como antes lo hacía como profesora de español, al cien por cien, definiéndose como una persona que se entrega a todo lo que hace y no deja nada a medias tintas. Hablamos de su trayectoria profesional, de Barcelona y su periferia, de los ambientes que retrata, o de cómo se ilusiona con sus personajes, a los que cuida y admira y de los que nunca se cansa, pues si así fuera asegura no podría continuar escribiendo sobre ellos, por eso en sus sagas no supera nunca los tres o cuatro libros. Confesó también que jamás podría deshacerse de ellos, por ejemplo matándolos. Y tras la pregunta de algún lector, confesó que con la que más se identifica de todas sus investigadoras es con Irene Ricart, de La detective miope. Nos desveló también que no puede estar escribiendo dos novelas al mismo tiempo porque se vuelca en la historia y los personajes por completo.
Desde Estambul nos descubrieron algunos anacronismos del libro que dieron cancha libre a la autora para dictaminar cómo algunos lapsus o imaginativas referencias eran tan absolutamente necesarias como propias del autor que las crea, que hasta los fallos o errores dentro de los libros de un autor dotan a esa novela de un carácter y autoría muy propio, único, y en definitiva nada aburrido. También desde Estambul destacaron la curiosidad por la escritura a cuatro manos de esta trilogía, Don de lenguas, de Rosa Ribas y Sabine Hofmann, y la escritora nos habló de ese proceso de escritura donde cada una tenía una constelación de personajes, y cómo desde esa perspectiva de los diferentes personajes, decidían quién contaba la historia en el siguiente capítulo, un proceso sin duda interesante y nada fácil, organizar era lo más sencillo en la escritura a cuatro manos, decidir cómo contarlo, es decir, la escritura en sí misma, no tanto.
Precisamente, una lectora de Chicago destacó un personaje de la novela al que calificó como uno de los grandes de la novela: el policía Isidro Castro, un ser despreciable que se transforma al entrar a su casa, y que va creciendo a medida que le vamos conociendo, con una parte muy oscura y otra, sin embargo, también luminosa.Al hilo de la importancia de la contextualización histórica de sus tramas, Rosa nos desveló el placer de documentarse para recrear una época, en este caso una Barcelona gris, de posguerra, que nada tiene que ver con la Alemania de posguerra, país que conoce bien. Donde sí eran igual de tenebrosos ambos paisajes era en los ambientes rurales, pues si hablamos de una Barcelona gris en la década de los cincuenta, en los pueblos podemos hablar de la España negra. En este ambiente sucede el segundo título de la trilogía, El gran frío, ambientado en uno de los inviernos más fríos que se recuerdan, el de 1956, en una España rural, pobre, deprimida y llena de miedos... una de sus obras más cinematográficas, respondió Rosa a una pregunta de Bruselas, aunque muy oscura. En Bruselas destacaron también cómo cada libro de esta autora te produce sensaciones tan diferentes.
En Chicago estaban fascinados por ese contexto histórico retratado en Don de lenguas, por el que viajaron al pasado durante muchas páginas. También compararon a Rosa Ribas con Carmen Mola, como escritora actual y relevante del género negro, y preguntaron a la autora por sus referentes literarios. Entre otros, Rosa Ribas destacó su predilección por la escritora francesa Fred Vargas, de la que le fascina dice, todo lo que escribe. También destacó a Raymond Chandler y la lectura sin prisas. Asegura que todo lo que leemos nos da modelos de vida, ideas... que van llenando la mochila de cada uno de nosotros, junto a otras referencias culturales como la familia. Y es que si en la trilogía que nos ocupa las referencias lingüísticas y literarias son dos protagonistas más, en su última saga, que se encuentra actualmente promocionando, ese protagonista es la familia: Los buenos hijos, continuación Un asunto demasiado familiar.
Desde Tetuán, ya apurados al encontrarnos completamente fuera de tiempo, precisamente un filólogo apuntó la frase de Rosa Ribas con otra suya: "los filólogos somos necesarios, parece que no pero sí", otra lectora apuntó que se había leído la obra en un sólo día, completamente absorbida por la trama y la forma, y ambos destacaron igualmente el contexto histórico, felizmente olvidado, y la naturalidad, frescura, humor y originalidad de la escritura de la obra. Rosa Ribas puntualizó entonces la importancia de la lengua también en la evocación, sin necesidad de contar todo lo que escribe, dejando al lector averiguar y descubrir por sí mismo, y es que quizás ahí radica la magia de sus libros, ese factor sorpresa que produce experiencias tan placenteras.
Os recomendamos seguir leyéndola, por este placer tan sugerente primero, y porque esta autora consigue trasladarnos a otras épocas, nos descubre personajes que por malos que parezcan siempre tienen también otra cara, donde algunos ven tristeza y otros mucho optimismo, ¿y tú de quién eres?
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